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TESTIMONIOS PARA LA HISTORIA: NATALIA BALDÓ Y FANNY ARIZA


En la nueva edición “Biografías relevantes de nuestros empresarios” aparecen las fundadoras de Conceptfarma Natalia Baldó y Fanny Ariza.

Una entrevista cercana y sincera sobre sus vidas personales, sus comienzos como empresarias y la creación de Conceptfarma.

En la publicación de hoy encontraréis la primera parte de la entrevista realizada por Ángel Font.




Los caminos de ambas empresarias acabaron convergiendo en una propuesta de compañía de servicios para la industria farmacéutica;

un concepto B2B2C que se apoya en la tecnología, aunque sin renunciar al indispensable trato humano.

Esa vocación de ayudar a los demás queda patente en el compromiso social de su empresa, que, más allá de su contribución al sector de la salud, también colabora altruistamente en proyectos que buscan mejorar las condiciones de vida de las personas más vulnerables.


Fanny: A mi padre le apodaba “la biblioteca” porque lo sabía todo y era una persona dotada de una gran inteligencia.

Mi primer recuerdo de la infancia está asociado a un episodio en que entraba, de la mano de mi abuelo Modesto, en una confitería de Cadaqués, donde solíamos veranear. Él era un hombre muy elegante, que vestía de traje y sombrero, y a quien le encantaban los célebres taps, tan típicos de ese pueblo marinero ampurdanés. A mí me pirraban las golosinas y mi abuelo materno, el único de los cuatro que conocí, solía dar satisfacción a esos caprichos. No tuve la oportunidad de disfrutar mucho de él muchos veranos, pues falleció cuando ya apenas tendría unos siete. Él regentaba hoteles en Cadaqués, que, posteriormente, manteniendo las habituales tradiciones familiares, pasarían a ser gestionados por el hereu, mi tío, mientras que mi madre, Mari Ángels, quedaría adscrita a las tareas domésticas una contrajo matrimonio con mi padre, José Luis. Ingeniero industrial, compartíamos la pasión por las matemáticas y competíamos en logaritmos neperianos. Persona dotada de una gran inteligencia, la apodaba “la biblioteca”, porque lo sabía todo. Era director general de una fábrica textil, lo cual le llevaba a batallar a menudo con el equipo humano. Siempre me advirtió de las dificultades de lidiar con el personal, subrayándome que detrás de cada individuo hay un mundo y un problema; que hay que saber aprender a escucharles, a tratarles y entenderles.

Me transmitió la importancia de ser capaz de fidelizar a los buenos profesionales, porque, como ocurre con los clientes, resulta mucho más difícil mantener los que ya tienes, que conseguir nuevos.

También supo inculcarme los valores del trabajo y de la responsabilidad, haciendo hincapié en que, por muy brillante que pueda ser una persona, si no incorpora esas otra virtudes no logrará resultado alguno.

Por su parte, mi madre siempre me prestó una especial atención, ayudándome en los deberes escolares e invirtiendo un gran cuidado en el hogar para que disfrutáramos de un gran confort. Una mujer muy presumida, alimentó en mí la vertiente más coqueta y cariñosa, al tiempo que ponía en consideración la amistad. Me recordaba a menudo que la familia te viene dada pero que las amistades las escoges; y si escoges bien, serán perpetuas.


Natalia: Con mi capacidad de trabajo e implicación, mis jefes ya auguraban que acabaría poniendo en marcha mi propio negocio.

Los primeros pasajes de mi vida me trasladan a la azotea de un edificio del barrio de Sant Andreu, en Barcelona, donde solíamos celebrar la verbena de San Juan. Aunque vivíamos en el barrio de Gràcia, en esa fecha nos trasladábamos ahí para disfrutar de esa noche tan especial, lanzando ensordecedores petardos. También perduran en mi memoria esos días en los que jugábamos en la calle, por encima del puente de Vallcarca, una zona con mucha inmigración andaluza, lo cual favorecía que fuéramos muchos los niños que inundábamos esos espacios exteriores. Otro recuerdo entrañable lo hallo en las visitas, que con mis abuelos maternos, Ricardo y María, disfrutábamos algunos fines de semana a la calle Petritxol para tomar un suizo; o acercarnos paseando más tarde hasta el rompeolas. Mi padre, Joaquim había estudiado Profesorado Mercantil y, posteriormente Empresariales, y ejercía como director financiero en una empresa en la que invertía muchas horas: a duras penas llegaba a tiempo para explicarme un cuento cuando me acostaba. Con mi madre, Irene, funcionaria de la Diputación de Barcelona, tejí una complicidad muy sólida desde niña. En esa etapa ya me subrayó la necesidad de ser perseverante y honesta y, especialmente, autosuficiente en todos los aspectos, al margen de convivir en pareja o no. Ella era tan trabajadora como mi padre, vivo ejemplo del esfuerzo, pues para él no había nada valioso si no se había conseguido sin sacrificio.

Gracias a ese aprendizaje siempre he exhibido un alto grado de implicación en todas las organizaciones en las que he estado, algo que siempre han valorado mis superiores.

Incluso algunos de mis antiguos jefes afirman que, con mi capacidad de trabajo y entrega, ya vislumbraban que acabaría poniendo mi propio negocio…


Fanny: Aprendí a programar muy joven y compatibilicé la carrera de Ingeniería de Telecomunicaciones con el ejercicio de la docencia.

La música me ha acompañado a lo largo de mi vida. Cuando era una niña, mi madre, para distraerme, solía llevarme a la sección correspondiente de El Corte Inglés, donde me ponía a bailar y me convertía en el centro de atención de los clientes. Ahora disfruto a menudo acudiendo al Liceu y a representaciones a lo largo y ancho del mundo, pero el placer de la música no depende de los lugares, sino de los momentos, al ser un reflejo del estado de ánimo. Aún así, no era en esa disciplina en la que destacaba académicamente. En realidad, era brillante en matemáticas, aunque también me gustaba mucho el latín; un aspecto que un profesor me justificó diciéndome que esa lengua respondía a unos patrones similares a la aritmética. Inicié mi escolaridad en el colegio Jesús- María de Sant Gervasi para proseguir mi formación en la Oak House School, realizando el Bachillerato en inglés, y rubricándola en la Speh, donde estudié el COU. En casa vaticinaban que, de mayor, sería docente. No les faltó razón, pues durante años ejercí como profesora, una faceta que empecé a ejercer a los dieciocho. Mi trayectoria vino motivada porque tanto mi padre como un profesor me disuadieron de estudiar Ciencias Exactas, advirtiéndome que las únicas salidas residían en la docencia o en el ingreso en el Centre de Cálcul de Sabadell: un destino exclusivo reservado a los números uno. Ese tutor me sugirió que cursara Ingeniería de Telecomunicaciones, donde las matemáticas jugaban un componente importante. Decidida a seguir su consejo, cuando todavía me hallaba en COU me matriculé en un centro para introducirme en la informática. Aprendí a programar Basic, Cobol, Pascal…Así, compatibilicé la carrera en la UPC trabajando como profesora en una academia de barrio, que contaba con aulas equipadas con ordenadores que funcionaban con disquetes. Los alumnos seguían unos tutoriales y yo me encargaba de resolverles las dudas que les surgían.


Natalia: Habría que dar un sentido más práctico a las materias impartidas mediante el refuerzo de la interacción entre empresas y facultades.

En mi casa también se expresaron objeciones a mi inicial planteamiento universitario. Ante mi propósito de cursar Biología, mi padre me advirtió que me limitaría a la docencia, pues nuestro país no presta atención a la investigación. Había emprendido mi escolaridad en las Siervas de San José, un colegio de monjas ubicado donde ahora se encuentra el Sùnion, mientras que el Bachillerato lo cursé en el colegio Sil.

Crecí en un ambiente escultista, lo cual favoreció mi acercamiento a la naturaleza y que ahora halle en ese entorno la energía y la inspiración óptimas para mi desarrollo personal.

El contacto con el aire libre me ayuda a relativizar los problemas, a abrir la mente y a iniciar procesos de reflexión.

Aunque no he sido capaz de desplegar una vena artística, sí puedo asegurar que la pintura consigue cautivarme. Me admira la habilidad de algunas personas para plasmar en un cuadro sus sentimientos y transmitirlos en un lienzo. Empecé a trabajar siendo muy joven ya que, desde siempre, he tenido un talante afecto al elemento comercial, al trato con las personas y a la negociación. Me inicié como dependienta de pequeños comercios en las campañas navideñas para, posteriormente, hacer lo propio, en horario parcial, en Galerías Preciados.

A los dieciochos años ingresé en una compañía de circuitos impresos, determinada a conocer el entorno empresarial desde los cimientos. Coincidió con mi entrada en UB, donde estudié Económicas. Aquella experiencia, empero, no colmó mis expectativas, toda vez que, salvo Contabilidad y Derecho Mercantil, las asignaturas se revelaron estériles, sin hallar aplicación en la experiencia empresarial real. Habría que exigir una adaptación curricular a las necesidades de las compañías con un sentido más práctico de las materias impartidas, mediante el refuerzo de la interacción ente empresas y facultades. Mi trayectoria profesional prosiguió en una empresa del grupo Olivetti, donde permanecí durante media docena de años hasta que me incorporé en otra compañía de tecnologías de la información, Meinsa Sistemas, manteniéndome siempre en el entorno tecnológico hasta 2003, momento en que puse en marcha mi primer negocio: Àmbit Projectes Informàtics.


Fanny: Viajar al extranjero y trabajar aportan unos conocimientos que no se adquieren ni en casa ni en la facultad.

Más allá de los conocimientos técnicos, los titulados que salen de la universidad presentan múltiples carencias. Como profesora de un máster en Telecomunicaciones me vi obligada a suspender a alumnos cuyos trabajos contaban con graves faltas de ortografía. Esa circunstancia refleja un problema educativo de base. A las nuevas generaciones no les preocupa escribir bien y lo fían todo a la tecnología, esperando que el tratamiento de textos les advierta de los errores a corregir. No parece importarles quedar un día en evidencia al tener que efectuar una exposición en una pizarra. Por otra parte, muestran una actitud poco proclive al compromiso y a progresar en conocimiento, cuando la sociedad actual reclama un aprendizaje contínuo. Se escudan en su Job description para establecer los límites de sus atribuciones. “Estas son mis skills y no deseo ampliarlas…”, suelen decir. Resulta complejo fidelizar a esos jóvenes que no exhiben apego alguno a la empresa.

En mi caso, una vez finalizada la carrera entré a trabajar en una empresa norteamericana en calidad de responsable de informática.

Mi dominio del inglés, que en aquella época no resultaba tan común entre la juventud, facilitó mi inserción laboral en esta empresa donde tenía una manager inglesa.

A la semana de haberme incorporado a la compañía, me enviaron a Northwich, una pequeña población británica, para practicar el business English. El objetivo era instruirnos en la compleja labor de la negociación. Éramos diez alumnos procedentes de diez puntos distintos del planeta que no coincidíamos idiomáticamente más que en el inglés, a fin de que este fuera el único medio para comunicarnos. Nos sometían a distintas pruebas con directivos de altas compañías, a fin de resolver contratos, conversaciones telefónicas, presentar proyectos…Fue una experiencia muy exigente pero, a la vez, enriquecedora. Viajar al extranjero siempre te aporta un conocimiento y una mundología que es imposible adquirir en casa. También resulta fundamental trabajar mientras estudias, aunque el oficio a desempeñar sea ajeno a la formación recibida. Estar sujeto a unos horarios, a unas responsabilidades, a una determinada organización…es algo que no se aprende en la facultad. Valoro positivamente haber continuado impartiendo clases tanto durante la carrera como durante la posterior inserción en el mercado laboral. También ejercí como maestra en una escuela y como profesora en la European University, donde realizaba sesiones en inglés en una asignatura transversal entre Economía e Informática. Asimismo, impartí clases en La Salle, tras realizar el doctorado allí. En total dediqué a la enseñanza unos catorce años de mi vida, algo que, entre otras cosas, se reveló muy eficaz para mantenerme al día de las novedades de un sector tan cambiante como el tecnológico.


Natalia: Hemos visto un cambio positivo en la FP, que hoy ofrece un amplio y atractivo abanico de posibilidades capaz de interconectar con estudios superiores.

Nos encontramos con que las jóvenes generaciones tiene perfiles curriculares muy impresionantes, pero que, en general, carecen de la actitud adecuada; no parecen interesados en su trabajo, no se implican ni disfrutan de él, y tampoco muestran deseos de aprender y ampliar sus capacidades, solo de hacer lo mínimo que se les exige por contrato.

Por supuesto, y como en todo, hay excepciones; sin embargo, ello es sintomático de un problema a nivel social, en el que la educación en valores está desatendida tanto en casa como en las aulas.

En todo caso, sí que hemos visto un cambio positivo por lo que se refiere a la FP, que ya no es el cajón desastre desprestigiado donde iban a parar quienes no era buenos alumnos, sino que ofrece un amplio y atractivo abanico de posibilidades de formación, que además puede ser continua y capaz de interconectar con estudios superiores.

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